martes, 14 de febrero de 2017

Mala Suerte

Principiaba el mes de julio y por alguna extraña razón me aferré a ir a la fiesta de mi amigo Adrián que en ese momento me gustaba, ahora recapitulando casi estoy segura que me invitó por error.

Como a todas las mujeres ese dilema del: ¿qué me pongo? no me faltó esa vez, entre la moda que en ese tiempo no me acomodaba y la larga colección de prendas negras que siempre termino comprando por decisión unánime de mi misma, me decidí por un vestido negro que tenía unos olanes en las hombreras, junto con unos tacones no muy altos de terciopelo (también negros) y así salí lo más pronto que pude, dos horas y media después de que el magno evento había comenzado.

Al subirme al carro ya emperifollada me doy cuenta de que me hacían falta los cigarros, entonces salgo corriendo hacia mi casa por el paquete de malabromas y en el camino de regreso al auto enciendo mal uno y con aquello del nervio por el próximo acontecimiento, termino haciendo un acto de malabarismo logrando no tan solo prender el cigarro al revés, sino también quemar una buena parte del vestido que tanto tiempo me costó elegir. Heridas ninguna pero el ajuar terminó arruinado y por más que las señales existan, cuando una no las quiere ver, nunca las verá, por su puesto me regresé a cambiar y entre la vorágine de ropa que yo misma había causado unas horas antes, me encontré en regular estado una blusa azul marino con un detalle de flores mexicanas muy peculiar que si había usado 2 veces como en 5 años eran muchas, junto con una falda negra muy parecida a las de la lambada, básicamente iba en fachas.

Llegué por fin a la fiesta sin causar tanta sensación pues voy viendo que el muy festejado ya traía bien administrada su noche con otra chica, y en otro extremo estaba Norma: la clásica amiga de buen comer pero ésta en especial con una fama de darle mala suerte al que se le acerque y esa misma noche se le ocurrió ir vestida igual que yo, entonces rápidamente me hice de un plan “B” donde me tenía que alejar lo más posible de ella, poniéndome como límite 30 minutos para estar en esa fiesta. En eso estaba cuando mis amigos recordaron mi época donde me gustaba leer libros de quiromancia y sin darme cuenta se empezó a formar una larga fila para la leída de mano que de plano me atreví a cobrar con tal de ahuyentar a unos cuantos. Entre tanto curioso se me acerca un tipo con una panza como de concurso y me dice: "A ver, léeme la mano gitana" y a lo lejos veo al Adrián ya borracho entre que guiñando un ojo y haciendo señas raras, sin entender mucho yo como toda una sabionda del destino le tomo la mano izquierda a mi nuevo cliente y empiezo a descifrar su futuro, (totalmente incierto pues mis habilidades premonitorias siempre han sido verdaderamente malas), al terminar levanto mi cabeza y veo a lo lejos que Norma se va de la fiesta, lo que me motiva a quedarme más tiempo convirtiendo la media hora en 3 horas llenas de ilusiones y futuros bien prometedores para gente cada vez más desconocida para mí que a cambio me pagaba con monedas de un peso o cerveza espumosa de barril. A la fila se vuelve a acercar el mismo tipo de la gran panza que me llamó “gitana” pero ahora con una actitud un tanto pedante como queriendo arruinarme el negociazo de la noche con sus comentarios escépticos, haciendo caso omiso yo seguí en lo mío. En una ida al baño ya para irme de la fiesta, me intercepta para presentarse como Roberto e invitarme a cenar o al cine, mi cansancio acumulado por tanta mentira inventada no me dio para mucho y terminé por aceptar y darle mi número de celular prometiendo salir con él el próximo fin de semana (aunque muy en el fondo yo sabía perfectamente que no era mi tipo).

Pasaron meses y mientras yo seguía instalada en mi época depresiva por excelencia llorando por Mariano mi ex novio de ese entonces, Roberto por su lado seguía insistiendo y después de tanta humillación de su parte le di por fin la gran oportunidad de tener nuestra primera cita. 

Además de solo saber que se llamaba Roberto y que era amigo de Adrian, me fui enterando de a poco que era ingeniero y foráneo. A petición de él fuimos al cine a ver una de esas películas muy de hombres con bastante acción y carros espectaculares que siendo sincera no es para nada mi estilo. Todo iba medianamente plano hasta que se le ocurre darme un regañadón por haber pretendido abrir con mis propias manos la puerta de su carro dándome lecciones del correcto comportamiento de las verdaderas damas tal cual lo dice en el manual de Carreño, cuestión que me provocó llegar al punto de solo asentar o negar con la cabeza a cualquier pregunta o comentario pues ya entablar una conversación con él me parecía absurdo. 

De haber sido por mi esa cita terminaría en ese mismo momento o lo que es mejor, nunca se hubiera hecho realidad, pero como él siguió insistiendo en ir a cenar después del cine y según él, concediéndome generosamente el derecho de elegir un restaurante tuve a bien optar por unos tacos que estaban cerca de mi casa y aunque a Roberto no lo vi muy convencido, pues seguramente no era la su idea de una cita romántica, llegamos al lugar. Rápidamente ordené lo de siempre y como si el destino no fuera ya lo suficientemente cruel, aparece en la entrada de la taquería mi peor tormento de la época: Mariano y su novia en turno, tan frescos y tan "cogidos de la mano" como dice la canción, sin pensarlo mucho me paré inmediatamente de mi silla muy y dignamente me fui escabullendo lo más sigilosa que pude para que nadie se diera cuenta hasta que Roberto al percatarse me grita con bastante autoridad: "¿Karla a dónde vas?" entonces con todas las miradas encima incluidas las de Mariano y su acompañante, apresuré el paso dejando solo al susodicho y emprendí el camino a mi casa sola con tacones dolorosos que en realidad no sentí en ese momento pues mi corazón roto dolía más. No llevaba ni 4 cuadras cuando me alcanza Roberto en su carro y se ofrece llevarme, sin explicación ni respuesta sigo caminando por la banqueta mientras me secaba las lágrimas, después, solo oí el rechinar llanta y casi en cámara lenta lo veo alejarse a él y a mis tacos en su flamante automóvil.


Hace poco me enteré, que 6 meses atrás de ésto ocurrido, en plena fiesta de Adrián, Roberto le pide que le presente a una amiga soltera, Adrián, ya alcoholizado recuerda a la pobre de Norma a quien le había prometido presentarle a alguien, algún día, entonces le dice a Roberto: -“Hay una chica que anda vestida de azul con negro, búscala”-. El resto de la historia ya la conocemos.  


Importante

La mayoria de los nombres son ficticios, las historias casi siempre son reales.